Texto literario
Pupa papa
La media hora que le tomaba al tren llegar a la estación central le daba a Vania la oportunidad de hacer varias cosas además de leer. Una distracción recurrente era observar en detalle los rostros de aquellos a su alrededor y registrar, acaso, alegría, curiosidad, sueño, tensión. Nada, empero, le fascinaba más que ver parejas jóvenes darse afecto haciendo caso omiso a cualquier mirada curiosa o desaprobatoria.
Una vez fuera de la estación central, Vania siempre pasaba largo rato contemplando la famosa catedral de la ciudad, ennegrecida por la contaminación y siempre en reparación. Todo el trajinar alrededor de la catedral se le revelaba como un óleo vivo: estaban, como no, los eternos turistas sacándose fotos con la iglesia de fondo; los alcohólicos locales con su semblante cuarteado y amarillento; los punks con sus cortes de pelo imposibles; los fanáticos religiosos anunciado el fin de los tiempos; los policías en sus tristes trajes verdes; y estaban también los dibujantes retratando la vida suceder, absortos en su arte, pero (por más absortos que estuvieran) sin dejar de ser cool en sus actitudes y gestos ni un solo instante.
Aparte de la catedral, había otra vista que la llevaba el silencio. Era la del río visto desde un costado de la catedral. Magnífico e incesante, muchísimo más viejo que los ocho siglos de la iglesia. Allí, entre estos dos colosos, Vania pasaba horas contemplando todo tirada sobre el césped o sentada en alguna banca. En los tres meses que pasó allí, llegó a conocer a mucha gente en esa parte de la ciudad. La mayoría turistas como ella, así también ocurrió con Florián quien llegó por un fin de semana.
Después de aquel primer encuentro, Florián y Vania no volvieron a verse hasta dentro de dos meses. Coincidieron -adivinan, sí- a las afueras de la catedral y Vania tuvo una certeza que nunca se confirmaría. En charla amena y desinhibida, Vania y Florián se confiaron distintos episodios tumbados a orillas del río. Descubrieron que ambos tenían la risa pronta y que gustaban más de la lectura que de ver series. Un transeúnte habría notado también que ambos conservaban algo de aquella curiosidad fresca y rebosante que solemos perder cuando dejamos de ser niños.
Su larga y animada conversación se extendió hacia un modesto restaurante en los alrededores. Después de cenar, salieron en busca de un lugar para bailar. Ya en el apartamento de Florián, por fin se atrevieron a besarse. Instantes después sus cuerpos se trenzaban al costado de un sofá.
Más tarde, Vania se despertó con una mala corazonada. Se mordió un labio mientras pensaba en que lo iba a echar de menos demasiado. Ah, no importa, me lo he pasado tan bien, se dijo. La mala corazonada no perdió fuerza, sin embargo. Entonces Vania juntó su cuerpo al de él. Al hacerlo, un grito mudo se produjo en su garganta. Y es que había palpado una masa extraña; frágil y seca que se sentía como papel. Al mirar bien, se maravilló al ver una pupa gigante en lugar de Florián. Se acercó con curiosidad y con cierta reverencia. Y aunque todo tipo de ideas vinieron a su mente, permaneció en silencio contemplándolo. Pasó un largo rato así hasta que creyó reconocer el marrón de los ojos de él dentro de la pupa.
Pupa, lindo, homem, dijo con ternura. Se preguntó si él también tendría calor. ¿Cómo saberlo? Igual lo destapó completamente. Sin ningún tipo de prisa recogió las prendas de ambos y las dobló con devoción. Dijo que tenía sed y bebió abundante sentada en el suelo. Pupa papa, dijo en voz alta, mi hermana está un poco mal ahora, pero si estuviese sana y fuerte.... Pasó entonces a contarle más sobre ella y su familia, revisitando episodios que no había recordado en años.
No paró de hablar hasta que sintió hambre. En la cocina maceró verduras en aceite de oliva y vinagre y luego agregó pecanas y castañas. Casi una hora después cenaba junto a Florián. Ella le volvió a hablar exclusivamente de sí misma sin el menor remordimiento de parecer ególatra. Y hablaba y hablaba, y gesticulaba con avidez.
Antes de la medianoche, Florián creyó reconocer un sonido. Se esforzó en interpretarlo, pero no supo bien lo que era. Y aunque de cuando en cuando el ruido llegaba a ser bastante alto, este en realidad resultaba reconfortante. Un verdadero alivio que rompía la monotonía de una noche obtusa e indiferente a las convulsiones espantosas que flagelaban su cuerpo. El sonido (Vania roncaba) continuó toda la noche.
Al amanecer, su cuerpo se había alargado y estaba dividido en varios segmentos. Una sucesión de rayas negras, blancas, verdes y amarillas atigraban el cuerpo que se apoyaba sobre una larga hilera de minúsculas patas. Todos estos cambios eran obvios, pero cuando Vania se despertó ella no supo reparar más que en los bellos colores de este nuevo cuerpo. Lo tocó y lo sintió blando. Le era gracioso ver que para movilizarse pupa papa encorvaba su espinazo cual gato, acercando su tórax a su parte posterior, alcanzando un ángulo tan elevado que parecía se iba a caer de bruces. Y ella pensó en acordeones y en resortes mientras veía el cuerpo desplazarse por el apartamento. Y luego se volvió obvio que este ser maravilloso gustaba de las plantas.
Observándolo comer, Vania intuyó un ritual. Mientras se alimentaba, pupa papa emitía un sonido grave cuya lenta prolongación le confería una cierta reminiscencia cetácea y luego parecía ser el eco lejano de un diyiridú. Era un sonido que la hipnotizaba. Absorta y envuelta por la extraña reverberación se quedó contemplando todo con sereno deleite. Alguien que hubiese pasado por ahí habría dicho que Vania estaba meditando.
Después Vania entró en un estado en el que perdió la noción del tiempo. Se vio sentada a oscuras y en silencio repasando mentalmente los eventos de los últimos días con la peculiaridad de ir, cual video marcha atrás, desde el final al inicio. Yendo de atrás hacia adelante, en el esquema de cosas que había compartido con él, Vania comprendió y dejó ir. Yendo del final hacia el inicio, uno se puede liberar de muchas cosas, me dijo. Al volver a lo primero desde lo último deshacemos y así nos rehacemos. El cambio en Florián le confirmó que él había seguido la misma trayectoria. Alguien ajeno a todo esto habría dicho que, tras espejarse tanto, Florián y Vania se habían vuelto uno. Ella me asegura que en realidad ocurrió lo contrario.
Chrysalis man
The half hour that it took the train to get to central station, it gave Vania the opportunity to do several things besides read. A recurring distraction was to observe, in detail, people in her surrounding and perhaps search for happiness, curiosity, sleepiness, and tension. Although, nonetheless, what fascinated her more was to see young couples give each other affection, ignoring whatever curious or disproving looks they got.
Finally out of central station, Vania always spent a long time contemplating the famous cathedral of the city, blackened by the contamination and always under construction. All the hustle and bustle around the cathedral revealed itself like a living oil painting: they were like no other, the eternal tourists taking pictures with the church as the backdrop; the local alcoholics with their yellowish drunken and staggering aspect; punks with their unbearable haircuts; the religious fanatics announced the end of times; the police in their green sad suits; and there were also artists painting life as it was happening, absorbed in their art, but (for however absorbed they were) without ceasing to be cool in their attitudes and gestures, not even for an instant.
Other than the cathedral, there was another sight that brought her silence. It was from the river, seen from a side of the cathedral. Magnificent and unceasing, much older than the eight centuries of the church. There, between those two colossi, Vania spent hours contemplating everything, sprawled over the grass or sitting on some bench. In the three months she spent there, she came to know a lot of people in that part of the city. The majority were tourists like her, she also met Florian like that, who arrived there for a weekend.
After that first encounter, Florian and Vania did not see each other until two months later. They happened to meet -guess, yes- on the outside of the cathedral and Vania had a certainty that would never be confirmed. In a pleasant and uninhibited chat, Vania and Florian entrusted different incidents to each other, as they fell down onto the edges of the river. They found out that they both laughed immediately and liked lecture more than series. A passer-by would have noticed that they both maintained some form of cheeky overflowing curiosity that we usually lose when we stop being kids.
Their long and cheerful conversation reached them to a modest restaurant in the surrounding area. After having dinner, they left looking for a place to dance. Now in the apartment of Florian, they finally dared to kiss. Instances later, their bodies intertwined on the side of a sofa.
Much later, Vania woke up with a gut-feeling. She bit her lip while she thought on what she was going to miss the most. Oh, it doesn't matter, I've had such a good time, she told herself. Nonetheless, the gut-feeling did not lose strength. Then Vania wrapped her body to his. As she did that, her throat produced a faint yell. It was because she had felt a strange mass; fragile and dry that felt like paper. As she got a good look, she was amazed at seeing a giant chrysalis instead of Florian. Out of curiosity, she got closer but with great respect. And although all kinds of thoughts came to her mind, she remained silent, contemplating him. A long time passed until she thought she recognized the brown of his eyes inside the chrysalis.
Chrysalis, lovely man, she said tenderly. She asked herself if he was also hot. How to know? It didn't matter, she completely uncovered him. Without any hurry, she picked up their clothes and with fondness she folded them. She said she was thirsty so she drank plenty, all while sitting on the floor. Chrysalis man she said aloud, my sister is a little sick now, but if she was healthy and strong... She went on and talked more about herself and her family, revisiting incidents that she had not remembered in years.
She didn't stop talking until she felt hunger. In the kitchen, she marinated vegetables in olive oil and vinegar, and then added pecans and chestnuts. Almost an hour later, she ate with Florian. She started to talk exclusively about herself, without a faint trace of regret about sounding egotistic. And she talked and talked, and gesticulated eagerly.
Before midnight, Florian thought he heard a sound. He made an effort to interpret it, but he didn't know very well what it was. And although sometimes the noise became too loud, in reality it resulted comforting. A real relief that tore the monotony of a blunt and indifferent night, of the scary convulsions that whipped his body. The sound (Vania snored) continued all night.
Upon awakening, his body elongated and was divided into several segments. A series of black, white, green and yellow rays that made the body look like a tiger that supported itself over a large stretch of tiny legs. All the changes were obvious, but when Vania woke she did not notice more than the beautiful colors of the new body. She touched it and felt it tender. It was funny to see chrysalis man mobilize itself, it curved its spine like a cat, closing its thorax to its posterior part, reaching at such an elevated angle that it looked like it would fall flat on its face. And she thought about accordions and springs while she saw the body move around the apartment. And then it was obvious that this beautiful being like eating plants.
While she observed it eat, Vania sensed a ritual. While it ate, chrysalis man emitted a grave sound whose slow prolongation gave it a distinct sound of a cetacean, and then it seemed like it was the distant echo of a didgeridoo. It was a sound that hypnotized her. Absorbed and surrounded by the strange resonance, she remained still, contemplating everything with serene delight. Someone that would've passed through there would've said that Vania was meditating.
Then Vania entered into a state where she lost the notion of time. She saw herself sitting in the darkness, and in silence mentally going over the events of the last days with the peculiarity of leaving, as the video rewinds, from the ending to the beginning. Going from the end to the beginning, in the recap of things she had shared with him, Vania understood and let go. Going from the ending to the beginning, one can liberate themselves from many things, I was told. To return to the beginning from the ending, we undo and like that we are remade. The change of Florian confirmed that he followed the same trajectory. Someone strange to all of that had said, through looking at oneself in the mirror too much, Florian and Vania had turned to one. She assured me that in reality the opposite had occurred.